En los diálogos con distintos empresarios y ejecutivos a propósito del 27F, encontramos repetidamente la percepción de “empresa golpeada”. Este material intenta bucear en el impacto que provocan en los colaboradores los desastres o los eventos desgraciados que afectan a una parte de la empresa. Para tener en cuenta.
La empresa como un cuerpo colectivo
Siguiendo al sentido común las empresas no aprenden, no ganan ni pierden. Los que aprenden, triunfan o se apenan son las personas que integran la empresa.
Pero… ¿Existen los cuerpos colectivos? Cuando la hinchada de un club de fútbol construye la “ola” en el estadio, levantando y bajando los brazos sincronizadamente, esas oleadas imposibles de crear individualmente entregan una imagen que tiene dimensiones reales.
Los climas de euforia en los equipos de trabajo cuando se gana una licitación o se obtiene un logro significativo para toda la empresa, son claramente perceptibles, se “sienten” como un ingrediente adicional en todas las interacciones.
Luego del 27F, pudimos palpar claramente la congoja y la angustia del personal de diferentes empresas por lo que sucedía en las sucursales de la VII y VIII Región, o en las instalaciones dañadas de la RM.
La magnitud del impacto, el quantum emocional, excedía la atención puntual de los casos personales, iba más allá de los compañeros afectados, porque aún cuando no existían desgracias personales, la percepción de “golpe” era idéntica en empresas con o sin colaboradores directamente afectados.
Al menos en la dimensión de las fantasías, en el imaginario colectivo, parece existir cierta construcción compartida de un cuerpo organizacional, una entidad cuasi tangible que envuelve o contiene a todos los integrantes de la empresa en mayor o menor grado.
Ese “envoltorio” corporativo es generador de identidad, organizador del lugar que las personas ocupan en el mundo, crea una conciencia de “ser alguien” en un entorno colectivo. En algunas oportunidades el “cuerpo” empresarial se percibe protector y en otras se siente una prisión, aunque en todos los casos integra una parte importante de la percepción de sí mismo para quienes trabajan en la empresa.
Los golpes al cuerpo empresarial
El cuerpo humano no es sólo órganos, músculos y huesos; también forma parte de la representación mental que una persona tiene de sí misma. Aunque el cerebro condensa la mayor cantidad de redes neuronales, esas redes se extienden hacia cada milímetro del cuerpo humano.
No se camina con los pies, no se escribe con las manos ni se sueña con la cabeza. Todo el cuerpo está siempre involucrado, en algún grado, con cada una de las funciones humanas.
Un golpe en el tobillo recorre toda la extensión del cuerpo ida y vuelta hasta el cerebro, genera comparaciones con el tobillo sano, tensiona ciertos músculos para compensar el equilibrio, impulsa reacciones de defensa o huída que comprometen todo el cuerpo.
Una empresa no es un cuerpo tangible. Pero la cantidad de redes sociales(*) que operan en la empresa todo el tiempo y se aceleran en situaciones confusas, son tantas y tan complejas que no se ha descubierto aún ningún método serio para contabilizarlas.
¿Cuál es la función de una red social? Compensar la carencia de recursos o insumos que sus integrantes no logran obtener por los canales formales. Esos recursos pueden ser informativos, pero también emocionales (Apoyo ante vivencias de soledad, temor, abandono; espacios para expresar la alegría, el entusiasmo, la capacidad de juego, etc.)
La intensidad de las redes sociales es directamente proporcional a la falta de información oficial o a la ausencia de espacios institucionales para compartir las vivencias más fuertes que afectan a una comunidad de personas.
Como las vivencias vinculadas al miedo, la tristeza o el enojo resultan las más difíciles de mantener sin intentar expulsarlas fuera de sí, es natural que los siniestros o los eventos dolorosos ocupen rápidamente espacios privilegiados en las redes sociales.
Un asalto, un incendio, un choque, una cadena de desastres como las del 27F, provocarán de inmediato una reactivación de las redes sociales de la empresa, porque las personas necesitan descargarse compartiendo aquello que las preocupa, intentando “digerir” emocionalmente la situación a través de interacciones que se repetirán tantas veces como sea necesario hasta volver a un estado de calma.
Cómo sanar las heridas colectivas
Las estrategias convencionales de comunicaciones internas suelen llegar al personal con mayor o menor retraso de los hechos conmovedores, simplemente porque quienes operan los canales institucionales también forman parte de la empresa, también son afectados.
En muchas empresas del hemisferio Norte se promueven las redes sociales, se les asignan recursos y espacios corporativos bajo ciertas pautas organizadas, sabiendo que las redes siempre actuarán con mayor eficiencia que los canales oficiales.
Además, frente a un evento conmovedor, no es raro que se generen espacios en los equipos de trabajo para “limpiar” el clima interno, facilitar las descargas emocionales, reactualizar los compromisos fraternos y luego volver a la operatoria cotidiana con mayor alivio y energía.
En Latinoamérica en cambio, muchos ejecutivos creen que otorgar esas facilidades afectaría la productividad y prefieren mantener las rutinas habituales, pero con frecuencia el remedio es peor que la enfermedad. Es más productivo parar una hora que trabajar “a media máquina” una semana.
Las personas emocionalmente desbalanceadas bajan su eficiencia, mantienen su presencia en los puestos de trabajo pero pierden concentración, aumentando los errores y multiplicando los reprocesos.
Otro problema frecuente es que muchos gerentes no encuentran qué hacer para aliviar a su gente.
El mejor bálsamo es el contacto, el encuentro solidario que no está orientado a las cuestiones técnicas u operativas sino a las personas, el estar cerca para confirmar que el cuerpo colectivo no se ha desmembrado. Cuando la autoridad se encuentra con la gente, mira cara a cara y saluda, esos gestos dicen mucho más que mil discursos.
Generar desde RRHH algunas pautas básicas para los supervisores siempre ayuda. Acercar las gerencias a la gente para preguntar cómo están y escuchar, será muy valorado como un gesto de interés y sensibilidad hacia los colaboradores.
Es en los momentos de dolor colectivo cuando los gerentes de la empresa muestran su real estatura de líderes. Es cuando más se espera de ellos algún gesto solidario, alguna reacción de cariño hacia sus colaboradores, cualquiera sea su estilo personal.
Finalmente, el amor hacia la gente es la mejor fuente de energía para sanar heridas, ganar compromisos y recuperar la vitalidad del “cuerpo” social de la empresa. ©
(*) Las redes sociales son por definición informales, porque se construyen espontáneamente.
Siguiendo al sentido común las empresas no aprenden, no ganan ni pierden. Los que aprenden, triunfan o se apenan son las personas que integran la empresa.
Pero… ¿Existen los cuerpos colectivos? Cuando la hinchada de un club de fútbol construye la “ola” en el estadio, levantando y bajando los brazos sincronizadamente, esas oleadas imposibles de crear individualmente entregan una imagen que tiene dimensiones reales.
Los climas de euforia en los equipos de trabajo cuando se gana una licitación o se obtiene un logro significativo para toda la empresa, son claramente perceptibles, se “sienten” como un ingrediente adicional en todas las interacciones.
Luego del 27F, pudimos palpar claramente la congoja y la angustia del personal de diferentes empresas por lo que sucedía en las sucursales de la VII y VIII Región, o en las instalaciones dañadas de la RM.
La magnitud del impacto, el quantum emocional, excedía la atención puntual de los casos personales, iba más allá de los compañeros afectados, porque aún cuando no existían desgracias personales, la percepción de “golpe” era idéntica en empresas con o sin colaboradores directamente afectados.
Al menos en la dimensión de las fantasías, en el imaginario colectivo, parece existir cierta construcción compartida de un cuerpo organizacional, una entidad cuasi tangible que envuelve o contiene a todos los integrantes de la empresa en mayor o menor grado.
Ese “envoltorio” corporativo es generador de identidad, organizador del lugar que las personas ocupan en el mundo, crea una conciencia de “ser alguien” en un entorno colectivo. En algunas oportunidades el “cuerpo” empresarial se percibe protector y en otras se siente una prisión, aunque en todos los casos integra una parte importante de la percepción de sí mismo para quienes trabajan en la empresa.
Los golpes al cuerpo empresarial
El cuerpo humano no es sólo órganos, músculos y huesos; también forma parte de la representación mental que una persona tiene de sí misma. Aunque el cerebro condensa la mayor cantidad de redes neuronales, esas redes se extienden hacia cada milímetro del cuerpo humano.
No se camina con los pies, no se escribe con las manos ni se sueña con la cabeza. Todo el cuerpo está siempre involucrado, en algún grado, con cada una de las funciones humanas.
Un golpe en el tobillo recorre toda la extensión del cuerpo ida y vuelta hasta el cerebro, genera comparaciones con el tobillo sano, tensiona ciertos músculos para compensar el equilibrio, impulsa reacciones de defensa o huída que comprometen todo el cuerpo.
Una empresa no es un cuerpo tangible. Pero la cantidad de redes sociales(*) que operan en la empresa todo el tiempo y se aceleran en situaciones confusas, son tantas y tan complejas que no se ha descubierto aún ningún método serio para contabilizarlas.
¿Cuál es la función de una red social? Compensar la carencia de recursos o insumos que sus integrantes no logran obtener por los canales formales. Esos recursos pueden ser informativos, pero también emocionales (Apoyo ante vivencias de soledad, temor, abandono; espacios para expresar la alegría, el entusiasmo, la capacidad de juego, etc.)
La intensidad de las redes sociales es directamente proporcional a la falta de información oficial o a la ausencia de espacios institucionales para compartir las vivencias más fuertes que afectan a una comunidad de personas.
Como las vivencias vinculadas al miedo, la tristeza o el enojo resultan las más difíciles de mantener sin intentar expulsarlas fuera de sí, es natural que los siniestros o los eventos dolorosos ocupen rápidamente espacios privilegiados en las redes sociales.
Un asalto, un incendio, un choque, una cadena de desastres como las del 27F, provocarán de inmediato una reactivación de las redes sociales de la empresa, porque las personas necesitan descargarse compartiendo aquello que las preocupa, intentando “digerir” emocionalmente la situación a través de interacciones que se repetirán tantas veces como sea necesario hasta volver a un estado de calma.
Cómo sanar las heridas colectivas
Las estrategias convencionales de comunicaciones internas suelen llegar al personal con mayor o menor retraso de los hechos conmovedores, simplemente porque quienes operan los canales institucionales también forman parte de la empresa, también son afectados.
En muchas empresas del hemisferio Norte se promueven las redes sociales, se les asignan recursos y espacios corporativos bajo ciertas pautas organizadas, sabiendo que las redes siempre actuarán con mayor eficiencia que los canales oficiales.
Además, frente a un evento conmovedor, no es raro que se generen espacios en los equipos de trabajo para “limpiar” el clima interno, facilitar las descargas emocionales, reactualizar los compromisos fraternos y luego volver a la operatoria cotidiana con mayor alivio y energía.
En Latinoamérica en cambio, muchos ejecutivos creen que otorgar esas facilidades afectaría la productividad y prefieren mantener las rutinas habituales, pero con frecuencia el remedio es peor que la enfermedad. Es más productivo parar una hora que trabajar “a media máquina” una semana.
Las personas emocionalmente desbalanceadas bajan su eficiencia, mantienen su presencia en los puestos de trabajo pero pierden concentración, aumentando los errores y multiplicando los reprocesos.
Otro problema frecuente es que muchos gerentes no encuentran qué hacer para aliviar a su gente.
El mejor bálsamo es el contacto, el encuentro solidario que no está orientado a las cuestiones técnicas u operativas sino a las personas, el estar cerca para confirmar que el cuerpo colectivo no se ha desmembrado. Cuando la autoridad se encuentra con la gente, mira cara a cara y saluda, esos gestos dicen mucho más que mil discursos.
Generar desde RRHH algunas pautas básicas para los supervisores siempre ayuda. Acercar las gerencias a la gente para preguntar cómo están y escuchar, será muy valorado como un gesto de interés y sensibilidad hacia los colaboradores.
Es en los momentos de dolor colectivo cuando los gerentes de la empresa muestran su real estatura de líderes. Es cuando más se espera de ellos algún gesto solidario, alguna reacción de cariño hacia sus colaboradores, cualquiera sea su estilo personal.
Finalmente, el amor hacia la gente es la mejor fuente de energía para sanar heridas, ganar compromisos y recuperar la vitalidad del “cuerpo” social de la empresa. ©
(*) Las redes sociales son por definición informales, porque se construyen espontáneamente.